Su voz melodiosa hizo que volteara a verle. Sin imaginar tanta belleza desplegada en un solo ser humano sonreí de la forma mas estúpida,
pero fue mi estupidez lo que lo cautivo y me llevo a cometer los pecados mas
atroces.
Comencé por amar su figura e idolatrarlo como a un dios.
Su esqueleto era la parte mas excitante de la habitación de fuego cada llamarada era imprescindible.
Pero amaba sus ojos debia conservarlos.
Sus manos aquellas con las que tantas veces me habia acariciado esas debían pagar por sus maldades.
Su pelo olia a limpio esa mañana, el como siempre tan pulcro, tan sobriamente pero elegantemente vestido para acabar desnudo y
chamuscado por el fuego de tanta pasión.
No obstante no deja de mirarme con esos ojazos celestes… No quiero que me mires mas!!!
Y acto seguido pulsó el botón para vaciar el contenido de aquel inodoro.
GABRIELA FIANDESIO (AYUEN)